"Papi, juega conmigo"

Ya está de nuevo en casa. Después de 10 días en Irak reconociendo el terreno, el viernes llegó a las 6 de la mañana. Entró por la puerta sin hacer apenas ruido. Su primera parada nada más dejar la mochila en el suelo fue la habitación de nuestra hija. Le dio un beso y ella reaccionó al instante dándole un abrazo de los suyos (agarrándole del cuello). Yo me desperté al oír el sonido de la cadena que lleva con su identificación militar y salí corriendo del dormitorio. Me espabilé rápido. Aunque habíamos podido hablar por teléfono un par de días y me tenía informada con algunos whatsapp, le acribillé a preguntas. Aquello es un mundo lejano para mi. El calor, el olor e, incluso, el color me son ajenos. Él, como siempre, me lo cuenta todo con una sonrisa en los labios. Le gusta mucho su trabajo. Es vocación. Pero no nos vamos a engañar, allí está todo manga por hombro: duermen en tiendas, tienen aire acondicionado pero racionado, han empezado a subir las temperaturas hasta los 45 grados... Pero cuidado, que ellos no se quejan. Para nada. Todo lo contrario, valoran hasta el más mínimo detalle.
Hemos aprovechado al máximo este fin de semana. Ya somos conscientes de que el reloj de arena sigue su curso y queremos exprimir al máximo el tiempo que nos quede. A pesar de que han sido 10 días, mi hija ha estado haciendo preguntas, sobre todo con el regreso de su padre. Como todavía no entiende bien cuánto duran las semanas y el tiempo no lo controla, mi madre me dio la idea de ir tachando días. Eso fue lo que hicimos esta semana. El domingo por la noche preparamos un papel con recuadros en los que ella puso los 5 días que faltaban para que volviera papá. Cada mañana, al levantarse, tachaba uno de los recuadros. Así se iba bien contenta al cole.
A mi marido le encanta jugar con nuestra hija. Y, por supuesto, es recíproco. Ella suele decirle siempre: "Papi, ¿juegas conmigo?" Y él nunca le dice que no. Especialmente ahora ya que asegura que, cuando esté de misión, es una de las cosas que más echará de menos.


Estos últimos días puede decirse que he estado un poco más sensible (aunque a partir de ahora será lo más habitual) porque he visto cómo compañeros suyos, y amigos, han regresado después de una misión en Mali. He disfrutado las fotos del reencuentro y me he alegrado mucho por ellos. Pero también he llorado con la despedida de otros que, el mismo día, partían hacia Líbano. Les mando un abrazo enorme. Los tendré en mi pensamiento. Seguiremos con nuestra lucha particular, una lucha que, aunque algunos no lo sepan o no lo crean, es también por ellos, porque somos parte de un todo, y ese todo es nuestro hogar, nuestra tranquilidad y nuestra seguridad.

Comentarios

  1. Mucho animo! Yo tb soy mujer de militar, y se lo que es esperar mientras ellos estan de mision.

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